domingo, 5 de junio de 2011

Chocolate con churros

Observó cómo deslizaban lentamente el ataúd por el hueco de tierra que le había sido reservado. Las gotas de lluvia caían sin cesar contra su madera como queriéndole dar un último adiós. Seguidamente empezaron a echar la tierra, hasta ocultarlo del todo. Todos los que habían asistido al funeral se acercaron lentamente a dejar sus ramos de flores. Él fue el último en ir, dejó sus flores sobre la fría tierra y se quedó observando su lápida. Las lágrimas fueron escapando de sus grises ojos sin que él pudiese hacer nada por contenerlas y se unieron a las gotas de lluvia que aún seguían cayendo. Detrás de él se acercó una mujer que lo cubrió con su paraguas negro, aunque de nada servía. El hombre había estado sin cubrirse durante toda la ceremonia y su fino cabello dorado estaba ya lo bastante mojado como para preocuparse por él. La mujer se agachó y posó sobre su hombro la mano para transmitirle un poco de tranquilidad.

-Vamos, Jaime, vas a coger algo si sigues aquí con este frío -le dijo en un susurro la mujer. Sus mechones de pelo negro rizado caían sobre su rostro ocultando unos ojos negros azabache.
-No te preocupes, Rebeca. Puedes irte si quieres, no hace falta que te quedes.
-Ni te pienses que te voy a dejar aquí solo -le replicó Rebeca-. Venga, vamos a tomar un chocolate caliente.

Solo. Ahora sí que estaba solo. Su hermano había sido lo único que le quedaba y ahora él se encontraba muerto. Ya no le quedaba nada. Ningún pariente, amigos... Nada. Todo porque a lo largo de toda su vida se había centrado en cuidar de su hermano, desde que sus padres murieron cuando ellos eran aún muy jóvenes; y en su trabajo. Él tenía muchos compañeros, pero con ninguno había llegado a formar una amistad. Ahora se maldecía por haber rechazado tantas oportunidades para acercarse más a ellos. Su hermano ya se lo había repetido miles de veces, que tenía que abrirse más a la gente y dejarse conocer. Nunca le hizo caso. Pero ahora, se juró a sí mismo que ya no iba a estar más tiempo solo. El aceptó la invitación de Rebeca

Fueron los dos en silencio hasta la chocolatería del barrio más cercano. Entraron y se sentaron en una mesa del fondo, alejados de toda clase de miradas. Estaban uno frente al otro, pero sin mirarse directamente a la cara. La chica parecía un poco nerviosa y Jaime estaba ausente. Trataba de alejar de su mente a su hermano pensando en algún tema que poder hablar con Rebeca. No se le ocurría nada que no fuese sobre el trabajo. La verdad que no sabía nada sobre ella, si le gustaba el cine o el teatro o quizás ambos, sus gustos musicales, qué le gustaba leer… Iba a preguntarle cuando llegó la camarera a tomar nota.

-¿Qué les sirvo?
-Un par de chocolates calientes y una docena de churros, por favor -le contestó Rebeca y después miro a Jaime-. En estos momentos sienta muy bien. Ya verás.
-¿No van a ser demasiados? Además, son enormes -dijo Jaime, mirando el considerable tamaño de los churros, cuando ya se los habían servido. Ese lugar sí podía presumir de algo sería de la generosidad con los churros, no se quedaban cortos al hacerlos.
-¡Qué van a ser demasiados! Éstos nos los acabamos en nada -dijo echándoles el azúcar por encima y, después, cogiendo uno y untándolo en su taza-. Venga, coge uno.

Le hizo caso y empezó a comerse uno. Iba por la mitad cuando comenzó a fijarse en la gracia que tenía su compañera comiéndolos. Parecía que disfrutaba como una chiquilla. Observó su nariz respingona, que ahora se encontraba manchada de chocolate. Jaime sonrió, divertido. Al parecer, ella no se había dado cuenta.

-¿Qué te hace gracia? -preguntó Rebeca después de un rato en el que el chico seguía con esa sonrisa.
-Nada, salvo que tienes manchada la nariz.
-¿¡Qué!? -exclamó ella y se observó en el metal del servilletero. Tenía razón, la punta de su nariz tenía unas gotas de chocolate. Se ruborizó y, rápidamente, cogió una servilleta y se limpió. Entonces escuchó unas carcajadas, eran de Jaime. Era la primera vez que le veía reírse y se alegró por ello, por haberle arrancado una sonrisa.
-Y, aparte de mancharte de chocolate, ¿qué más te gusta?

Jaime se tomó unos días de descanso para tomar conciencia de su nueva situación.
Al principio le costó habituarse a vivir solo, echaba mucho de menos a su hermano. Pero empezó a contar con la compañía de Rebeca, la cual había ido a visitarlo casi todos los días. Desde ese chocolate descubrió que tenía muchas cosas en común con ella. Se habían pasado todo el rato preguntándose cosas y contándose anécdotas. Sólo tocaron el tema del trabajo cuando Rebeca le dijo que había querido hablar mucho antes con él, pero que no se había atrevido ya que éste le generaba mucho respeto. Jaime le agradeció muchas veces que se hubiese acercado a él en el entierro. Por fin, ya no se sentía solo.

Pasó el tiempo y Jaime consiguió acercarse mucho más a sus compañeros. Se le veía más feliz. Después del trabajo, siempre salía a dar unas vueltas por ahí con Rebeca. Le encantaba estar con ella, verla siempre tan risueña. Sin poder evitarlo se pasaba las horas pensando en ella recordando su mirada, sus gestos, sus palabras…


Después de un año y llegó el cumpleaños de Rebeca. Jaime la invitó al cine y a una cena en uno de los mejores restaurantes de la ciudad. Se lo pasaron genial. Charlaron, bromearon, rieron... Una fantástica velada aquella. Ellos dos solos, disfrutando el uno del otro. Sintiendo cosas que no habían llegado aún a decirse.

Al salir del restaurante cogieron el coche y Rebeca se puso al volante. Recién había comenzado a una fuerte tormenta. Rebeca iba con cuidado, sin prisas. De repente, Jaime vio que un coche había perdido el control e iba directamente hacía ellos. Trató de avisar a la mujer pero fue tarde. Hubo un gran choque. Al poco tiempo llegó la ambulancia a recogerlos y se encontraron a Rebeca y Jaime inconscientes en sus asientos, con un montón de cristales encima. Se los llevaron de inmediato al hospital.

Rebeca salió a la semana, sólo con un brazo roto. Pero se temía por Jaime. Al poco de ser ingresado entró en un coma del cual salió en dos semanas. Mientras se encontraba en ese estado, los médicos habían visto que su médula espinal estaba parcialmente destruida. Por lo que, poco a poco, iba a quedarse paralítico de cuerpo entero. Cuando Jaime se despertó, medio cuerpo se encontraba ya paralizado. Los médicos le contaron lo que ocurría. Rebeca observaba desde una esquina cómo le informaban y no pudo evitar romper en llanto. Jaime intentaba consolarla diciéndole que se podría encontrar alguna solución. Sabía que no era cierto, que siempre se quedaría así, pero no quería ver a Rebeca llorar por él.

Pasaron cuatro meses y Jaime ya había quedado completamente paralítico. La chica se pasaba en la habitación del hospital todos los días. Haciendo compañía a Jaime, leyéndole libros y animándose el uno al otro.
Jaime le agradecía el enorme esfuerzo que estaba haciendo por él. Pero cada día que pasaba perdía las ganas de seguir con esto. Rebeca tenía una vida y no debía malgastarla con él. Por ello, un día tomó una importante decisión.

-Rebeca, ven -la llamó Jaime.
-Ya voy -le contestó, tratando de sonreírle, pero su cara cambió al ver la expresión del chico. Algo no va bien, pensó-. ¿Qué ocurre?
-A ver cómo empiezo -A Jaime le costaba encontrar las palabras indicadas-. Has sido una magnífica persona conmigo. Me has ayudado a seguir adelante cuando pasó lo de mi hermano. Y nos hemos hecho inseparables. Pero ahora estoy así y tú vienes aquí cada día, y no puedes disfrutar de tu vida. Yo nunca saldré de este estado. -Jaime no se atrevía a mirar directamente a los ojos de Rebeca, que se encontraban inundados de lágrimas, temiéndose por donde iba a parar Jaime-. Quiero que salgas ahí fuera y conozcas otras personas. Yo soy sólo un estorbo.
-Jaime, ni se te ocurra pedirme...
-Escucha -la interrumpió-. Sé que es difícil, pero ya he tomado esa decisión y no puedo seguir así. Así que, sí. Te lo pido... Acaba con esto. Si pudiese mover al menos los brazos no te lo pediría, pero ni para eso puedo hacerlo.
-¡Me estás pidiendo que te mate, Jaime! -gritó Rebeca. No podía creer lo que estaba escuchando-. No puedo hacerlo, lo siento.
-Por favor, Rebeca. Esto podría hacerlo de otro modo aún peor.
-No entiendes. Yo puedo seguir a tu lado aunque estés así.
-Sabes que no. Al final acabarás cansándote de esto.
-No es cierto. Ahora, si me disculpas, tengo unos recados que hacer -dijo Rebeca, enfadada, saliendo de la habitación. Ella no comprendía porqué le había pedido tal cosa. Pero se negaba a hacerlo.

A la noche, mientras Rebeca trataba de conciliar el sueño, recibió una llamada del hospital. Jaime había tratado de suicidarse mordiéndose la lengua. Por suerte, las enfermeras consiguieron parar la hemorragia. Pero no fue la única vez que lo intentó. Se pasó toda la semana igual.
Una tarde, Rebeca llegó a la habitación con el semblante muy serio. Observó a Jaime tendido en la cama, estaba sedado para que no volviese a hacer lo mismo.

-Ya comprendo por lo que debes estar pasando. ¿Estás seguro de que quieres que haga esto?
-Lo estoy -contestó Jaime mirando a la chica.
-Bien -Rebeca empezó quitándole el tubo que le habían conectado para que pudiese respirar. Después, sacó una jeringuilla y la llenó de un líquido que acabaría con todo el sufrimiento de Jaime-. Antes quiero que sepas que... te amo. Siempre lo he hecho, pero no me atreví a decírtelo. Ahora ya es demasiado tarde...
-Yo también a ti, Rebe. Eres la mejor persona que he conocido y tú has hecho que mi vida fuese mejor. No te preocupes, yo siempre te cuidaré -dijo Jaime, contento de saber que era correspondido.

Rebeca se acercó al rostro del joven y besó sus labios. Cogió la jeringuilla y le inyectó el líquido. Ambos lloraban; de tristeza por tener que despedirse, y de alegría por conocer sus sentimientos. Jaime fue cerrando lentamente los ojos, y ya no los volvería a abrir jamás.
Rebeca le dio otro beso y salió despacio de la habitación del hospital. Ya nadie más volvió a saber de ella, pero por donde quisiera que estuviese, Jaime la estaría protegiendo siempre.

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Esto fue escrito hace unos años como regalo a una compañera de un foro :-)

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